Ni Muerto has perdido tu Nombre

En la clase de Literatura, se nos presentaron una serie de libros que podíamos elegir para ser leídos y analizados. Fue así como destaque la obra de Luis Gusmán, "Ni Muerto has Perdido tu Nombre". A continuación se presenta una reseña de la novela que analiza el trasfondo profesional y literario del autor, al igual que los simbolismos, metáforas y un analisis del alto contenido historico con el que cuenta. A su vez, acompañado por una sinopsis de la principal trama que recorre la historia. 

Existen temas tabú dentro de las sociedades y muchos otros que han sido ocultos o evitados. Dentro de la mezcla heterogénea que forma la historia argentina, es necesario destacar aquellos años donde la civilización argenta estuvo sometida a las fuerzas dictatoriales de las presidencias de facto regidas a partir de 1976. Este es el tema principal que ronda dentro de las páginas del libro a tratar: “Ni muerto has perdido tu nombre”, escrito en 2002 y publicado por la editorial Edhasa, teniendo su primera impresión en marzo de 2012. Escrito por Luis Gusmán, narra la historia de dos personajes que siguen tratando de buscar respuestas que les han quedado pendientes como herencia de su pasado, altamente influenciado por la época más oscura de la Argentina.
Luis Gusmán es un escritor argentino nacido en 1944, en Buenos Aires. Además de escritor, es ensayista y psicoanalista. Sus escritos forman parte del movimiento de Literatura Argentina Contemporánea. Su primera novela publicada fue en 1973, llamada “El Frasquito”. Tiende a jugar con la realidad y la ficción, mezclando ambas y creando una línea desdibujada que las separa. Es así como muestra una realidad exacerbada o más trabajada y saturada, pero con altas posibilidades de ser verdad y bajo el amparo de lo cotidiano y conocido. De esa forma enmarca sus relatos dentro de lo que es el relato realista. Actualmente forma parte de la dirección de la revista El Sitio, una de los muchos comités periodísticos que encabezó. Dentro de sus obras más conocidas encontramos: “Brillos” (1975), Cuerpo Velado (1978) y “Lo más oscuro del río” (1990).
La novela data de la época posterior a la dictadura. Trata con suspenso y respetuosidad la vida y ambiente en el que crecen dos personas cuyos pasados se ven altamente influenciados por los rastros y recuerdos de este escalón de la historia Argentina. Por un lado esta Ana Botero, quien fue víctima de un secuestro y tortura como consecuencia de su posición militante. Es llevada junto con su marido Íñigo y una pareja más. Ella es liberada y salva la vida del hijo recién nacido de la pareja. Queda supuestamente viuda y continua su vida con el recuerdo de ese pasado plasmado en sus cicatrices. Sin embargo, su intento de olvido se ve interrumpido ante la aparición de su pasado materializado en personas. Entre ellos Varelita, su secuestrador, y Federico Santoro, aquel hijo que alguna vez había salvado y hoy continuaba su vida lleno de incertidumbres, que espera, sean contestadas por Botero. Así, emprenden juntos un viaje al recuerdo a través de la ciudad del Tal, guiado cada uno por sus intereses propios.
La novela es altamente interesante y capturadora. Desde el género del cuento realista, Gusmán agrega un componente de relato policial a partir de la existencia de una investigación personal, o más bien, búsqueda de respuestas. Así combina el drama e intriga del lector, como resultado de la falta de datos del lector; con un tema altamente complejo y que muestra una realidad verídico, lo cual añade el condimento de la posibilidad de que el hecho haya ocurrido en realidad, o que sea la realidad de muchas familias plasmada de forma literaria. Otro elemento que hace que la novela sea más atrapante, es el alto grado metafórico con el que cuenta. El mismo título resume la idea principal. Esta vendría a ser, como aun con el paso del tiempo, los rastros y cuestionamientos de dicha época afloran y aquellos delitos cometidos, conviven en la forma de culpa, dentro de la cabeza de quienes los llevaron a cabo. Continuamente aparece la noción del nombre y la importancia del mismo. Representado en como Ana Botero en realidad es un seudónimo para Laura, o como Varela busca cambiar su identidad para escapar de los recuerdos que le trae. Sin embargo esas representaciones del pasado perduran y reaparecen de alguna forma en sus vidas para resistirse al olvido. Lo mismo pasa con Íñigo, y como ante su simple mención, toda una vida y su curso de acción, se ve alterada para nunca más volver a ser la misma. Los nombres en esta narración, no son simples palabras utilizadas como forma de mención, sino que son secretos, cicatrices, marcas y destellos de etapas no culminadas, de misterios no develados y de dudas no satisfechas. Son entidades que no autorizan el desconocimiento, que perduran en el tiempo. Son una llama que no puede ser apagada, ni siquiera por las cenizas de la muerte.



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