Aferrarse a lo que Queda...

-Corre Maia, Corre!- se oyó a lo lejos. Acto seguido un disparo.
-Tomás- grite con toda la fuerza que me quedaba. Un escalofrío me recorrió el cuerpo. Estaba muerto.
Siempre me considere a mi misma una chica escéptica. Nunca creí en todas aquellas leyendas cordobesas. Hasta aquel día. Estaba en la puerta de mi casa, una moto freno justo delante, pero no una normal, tenia algo, algo que me llamaba la atención. Escondiéndome empecé
a seguirla hasta que se detuvo repentinamente. Su conductor saco su casco y dejo al descubierto unos cabellos dorados y una tez pálida casi blanca. Se dio vuelta y miro a mi escondite.
-Sal de ahí, hace una cuadra que te vi. Estas perdiendo la poca dignidad que te queda.- me dijo en un tono apacible. Desde ese momento lo odie.- Si queres hablarme solo tenes que decirlo, habría sido mas fácil.- Luego de observarlo cautelosamente me detuve en sus ojos. Tenían tonos amarillos y una mirada que te daban ganas de saltar a sus brazos.
-Que te hace creer que quiero hablarte a vos. Me llamó la atención la moto, nada más.- Sin mirar a sus tentadores ojos, lo esquive dirigiéndome a su moto. En un ágil movimiento se puso delante mío. Caí sobre sus brazos al tropezar con algo, y sin siquiera desearlo sus labios se depositaron sobre los míos. Fue como si quemaran. Súbitamente me separe, como si hubiera sentido un chispazo. Levante la cabeza y de la misma manera que había aparecido, había desaparecido. Una sensación de ardor, de dolor me quedo en la boca. Confundida, perdida volví a casa. Todo iba normal hasta que la luna se alzo en el cielo. Un estruendo me recorrió el cuerpo y con un grito sordo corrí hacia afuera. Fue la última vez que vi mi casa. Me había convertido en el monstruo mas feo y asqueroso que jamás había visto...un Lobizón. Garras, colmillos. Hambre de sangre, de carne. Parado en frente de un árbol estaba él. Con aproximadamente un metro setenta y pico. Luego de una extensa pelea, finalmente me dijo su nombre, Tomás, Tomás Capezzari. Me explico que necesitaba besar a una humana para seguir con la tradición de creación.
-Y cuando te vi- agregó-No dude en besarte, porque tampoco me molesto.-dijo y me arrastró con un 1, el líder de su manada.
Mi vida cambio por completo. Me vi obligada a esconderme de todo y todos. Moviéndome de una provincia a la otra. Siempre pensando en mi familia, y viendo como chicas de mi edad eran seducidas por las extrañas cicatrices de Tomás. Yo, Maia Rodríguez, una chica de catorce años, estaba perdidamente enamorada de él.
Pero un día el seducido fue el seductor, engañado por una cazadora de lobizones. Recibió un disparo que me dolió mas a mi que a él. Me lastimo. Corrí a abrazar a lo único que me quedaba ya en el mundo, pero la muchedumbre me arrastró lejos de él. Desde ese día perdí todas las esperanzas de volver a casa. De reencontrarme con todo lo que había dejado atrás. Me dedique a escapar . A aferrarme a la vida y disfrutar del día a día. Sin pensar en que podía a llegar a pasarme mañana. Si aún seguiría ahí.

Comentarios

  1. Excelente trabajo. El comienzo "in media res" recuerda al decálogo del perfecto cuentista leído en clase. La narradora en 1ra persona logra un efecto muy expresivo.
    Llama la atención el olvido de ciertas tildes en los primeros párrafos, sobre todo en los verbos en pasado: consideré, frenó, sacó, dejó, etc.
    Lograste acotarte a la extensión planteada por la consigna y sé que éste fue un gran esfuerzo, ¡lo lograste!
    9 (nueve)

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